Te rogué tantas veces el que me permitieras luchar por los dos, te
suplique un intento, te implore darme una última oportunidad, iría hasta donde
te encontrabas para revivirte, enviciarte una vez más. No tenía idea de cómo lo
lograría pero estaba dispuesto a correr tras de ti, pero tú simplemente dijiste -No hay nada que hacer, se terminó. Lamento que tenga que ser así-.
Hoy, aún guardo el escalofrío que sentí aquella ultima noche que me
obsequiarse el sonido de tu voz mientras mi cuerpo helado se cuestionaba el
porqué se habrían terminado tus ganas de romper el viento con tus preciosas
alas. ¿Porqué decidir irte con una historia inconclusa? ¿Porqué ser tan
injusta y abandonarme con los sueños, los planes?
Mis días eran terribles, el no poder siquiera hablar acerca de la
guerra que daba lugar en mi cabeza por temor a ser observado. Señalado por aquellos que un día me admiraron o hasta envidiaron.
Es tan complicado intentar pasar desapercibido mientras se sufre, porque inclusive el dolor te distingue ante las miradas.
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Fotografía: Reed Angelo |
No sabía cómo encontrarte, te habías encargado de eliminar todo contacto, pero un día, como esas cosas que uno jamás buscan pero llegan por cuestión del destino, una de tus amigas me contó aquello que no esperaba saber. No
podía creerlo, tenía que verlo con mis propios ojos y así, después de tanta
desesperación, ella misma me ayudó a cumplir mi capricho. Autoflagelarme a placer. Dolió verte mientras mirabas diferente con sus manos al rededor de tu cintura, justo como yo solía
hacerlo mientras te sentías amada con esa sonrisa perfecta que hacía correr hasta donde te encontrabas en cualquier instante, fue un golpe de realidad y confusión hiriente a la vez. Toparme con la galería de mágicos momentos con tu nuevo amor.
Fue injusto encontrarme nuevamente hundido detrás de tu risa, un millón de ideas agotando a mi pecho, me quedo conmocionado. No conozco el camino a la siguiente etapa.
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