![]() |
Foto: Priscilla Westra |
Eran meses congelados por el invierno y lo intento decir de forma
poética pues su corazón era cada día más frío, ya no se sentía igual, sus
palabras entrecortadas no expresaban más que solo cansancio, comenzaban a descifrarme
que todo terminaría muy pronto.
Mi necedad lograba elevarme entre las nubes una
vez más, los pretextos crecían conforme se volvían expertos en pláticas
muertas, los minutos eran horas, los días semanas.
Todavía siento ese cosquilleo en el cuerpo como aquella mañana que me
despertastó con esa dulce y maravillosa voz:
–Lo siento, no puedo seguir con esto –fragmentaste mi corazón en
pequeños pedazos que hoy se buscaban entre sí–. Ha sido demasiado, simplemente
no funciona –continuaste–, no logramos que sucediera y aún falta tanto para
estar de vuelta y sé que es injusto tenerte aquí, obligarte a pensar que esto
tiene remedio.
Sencillamente mi cabeza no lograba entender el porqué de tu decisión,
ya estabas lejos. Era inevitable y definitivo, podía identificar tu voz de
convicción. Te ibas de mi vida, tal vez por siempre.
–No tengo más que decir, perdón por hacerlo así, no tengo opciones pero
en verdad deseo tu felicidad –mi silencio la hizo continuar–, te amo tanto que
me es imposible no dejarte ser libre, sé que estarás mejor sabiendo que no
tienes ningún compromiso –¿cómo se atrevía a pensar por mí? Si fuera tan fácil
olvidarle con esa estúpida frase–, tengo que colgar…
Me quedé sentado en la cama, mi cabeza parecía no responder pues no cabía en mí la idea de tenerla lejos.
En otra situación hubiera corrido a buscarla para intentar cambiarlo todo.
Estoy perdido.
Comentarios
Publicar un comentario