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Mi vida sin ti. (Parte II)


Foto: Priscilla Westra
Eran meses congelados por el invierno y lo intento decir de forma poética pues su corazón era cada día más frío, ya no se sentía igual, sus palabras entrecortadas no expresaban más que solo cansancio, comenzaban a descifrarme que todo terminaría muy pronto. 

Mi necedad lograba elevarme entre las nubes una vez más, los pretextos crecían conforme se volvían expertos en pláticas muertas, los minutos eran horas, los días semanas.

Todavía siento ese cosquilleo en el cuerpo como aquella mañana que me despertastó con esa dulce y maravillosa voz:

–Lo siento, no puedo seguir con esto –fragmentaste mi corazón en pequeños pedazos que hoy se buscaban entre sí–. Ha sido demasiado, simplemente no funciona –continuaste–, no logramos que sucediera y aún falta tanto para estar de vuelta y sé que es injusto tenerte aquí, obligarte a pensar que esto tiene remedio.

Sencillamente mi cabeza no lograba entender el porqué de tu decisión, ya estabas lejos. Era inevitable y definitivo, podía identificar tu voz de convicción. Te ibas de mi vida, tal vez por siempre.

–No tengo más que decir, perdón por hacerlo así, no tengo opciones pero en verdad deseo tu felicidad –mi silencio la hizo continuar–, te amo tanto que me es imposible no dejarte ser libre, sé que estarás mejor sabiendo que no tienes ningún compromiso –¿cómo se atrevía a pensar por mí? Si fuera tan fácil olvidarle con esa estúpida frase–, tengo que colgar…

Me quedé sentado en la cama, mi cabeza parecía no responder pues no cabía en mí la idea de tenerla lejos. En otra situación hubiera corrido a buscarla para intentar cambiarlo todo.

Estoy perdido.

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