Era muy temprano, así que decidí comenzar mi rutina musical, me pude los audífonos y active la opción aleatoria en mi reproductor, después de cinco canciones comenzó aquella que siempre omito sin piedad, en la que ni siquiera me es posible reconocer al intérprete, pero antes de dejarla de lado, le doy una oportunidad...
Tenía tintes melancólicos pero sinceros, un golpe duro a mis desórdenes mentales. En ese momento fue cuando me pregunté: ¿cómo fue que pase tanto tiempo sin saber de su existencia? Ella estaba ahí, decidida a esperar ser elegida o compadecida, comprendida y al fin amada, igual que yo.
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Foto: Corey Blaz |
Así que decidí concretar aquella analogía y aplicarla a la vida real, así sucede: mientras esperamos desesperadamente, podríamos tener alguien a nuestro lado sin saber la magnitud de la felicidad que nos está aguardando. El miedo a lo diferente nos ahoga y deja ciegos ante los deseos que creemos tener.
Fue así como decidí dar un cambio radical, comenzar por el final de manera que pudiera experimentar la duda, llegue a un punto incierto que tiene un agradable sabor, me mantengo firme al destino.
Hoy el cielo es de otro color, valió la pena esperar.
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