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El día esperado, al fin llegó.

Foto: Boram Kim
He viajado por estos mares durante meses que ya se convirtieron en años. 

He percibido la vida mediante la caída y raspaduras del alma de esas que dejan cicatrices que sobresalen del corazón.

He caminado a través del miedo y las dudas hasta calmar mis ansias de conocer los sabores de la satisfacción.

He luchado incansablemente por recuperar esa felicidad que te provoca ganas de correr en círculos hasta toparte contigo mismo y caer de frente.

He perdido las ganas de continuar para después ser impulsada por bellas sonrisas, he encontrado el amor... Logré recordar cuánto se tarda el pecho asfixiarse al esperar un mensaje, una llamada.

Comprendo que el aprendizaje se determina con acciones comunes, me encuentro aún en ese incomodo proceso de "volver a empezar" y por lo tanto volví a disfrutar aquella magia del primer beso, el cosquilleo en el estómago y la vibración en mi cerebro al escuchar ese tono de voz y justo como lo tenía previsto, he sido víctima repetida del enamoramiento express que mi sistema ha reclamado durante los últimos años.

He ido y venido por el mismo camino esperando tener una razón por la cual moverme, he confundido las manos que me acarician, los labios que secan mis lágrimas, he perdido más de lo que he ganado.

He hecho promesas absurdas que no tenían razón de existencia y la realidad más cruel es que he herido tanto como lo han hecho conmigo, acariciando sin sentir, hablando sin pensar, rondando sin desear.

Me he percatado al fin que la vida es un círculo en el cual en cualquier momento es probable que choques con tu propio reflejo y a pesar de todo esto al fin me siento completa, sin deudas ni facturas pendientes por eso es que ahora puedo concluir que ya me toca reclamar todo aquello que perdí durante mi  rudo entrenamiento para lograr una vida plena.
Es por eso que si no comienzo ahora, no sé cuándo podría ser el momento ideal.

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