Él no hablaba, eran sus manos que expresaban todo al acercarse, él no escuchaba, eran sus poros que percibían mis palabras dándole sentido al tiempo muerto.
Él no sentía, eran sus manos inquietas a causa de mis huellas recorriendo todo su ser.
Él no veía. No me veía. Tal vez por eso confundió mis besos con los de otro ángel perdido, por eso se fue tan desorientado y disperso, con un millón de dudas del por qué ya no se sentía igual.
Y ahí me quede... deseando que notara que me había olvidado, acelerando el paso mientras yo soñaba una eternidad.
Dando vueltas en la pregunta: ¿cuál fue mi error?. Sigo percibiendo su aroma, mi piel lo absorbió.
Y soy sincera conmigo, me he obligado a entender que jamás regresará. Soy tan obstinada que no he podido asimilarlo pese a tantos episodios de verdad.
La cruel realidad me obliga a buscar los restos de mi madurez ¿me la robo él con tantos besos?. Me sentía tan bien, que deje de proteger mi alma.
Arrancó mi cordura antes de irse, tal vez para que me volviera loca, para perder el camino y no pudiera encontrarlo.
La cruel realidad me obliga a buscar los restos de mi madurez ¿me la robo él con tantos besos?. Me sentía tan bien, que deje de proteger mi alma.
Arrancó mi cordura antes de irse, tal vez para que me volviera loca, para perder el camino y no pudiera encontrarlo.
Lo logró. Me queda poco tiempo para rendirme o hallar alguna razón para seguir respirando.
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